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Cada año, en fechas cercanas al Día del Corpus, celebramos en la Caritas Parroquial, el día del voluntariado.

En esta ocasión ponía su rostro y testimonio Esther, quien, día a día, trabaja en una labor social de primer orden: Red Madre. Atendiendo a las futuras mamás que pueden encontrarse con problemas para desarrollar su maternidad o que ya son madres pero carecen de recursos necesarios en su casa.

Esta labor solemos apoyar desde nuestra Cáritas, al estar muy proximos en actividad.

También reconocimos el trabajo, durante años, de María Angeles Rodriguez San José, entregandole un diploma y ramo de flores,. Ahora pasa un momento delicado de salud.

La labor callada y eficaz de cada voluntario, tiene siempre su repercusión inmediata, aunque no sea reconocida como tal.




Estos días del mes de mayo estoy escuchando a los niños pequeños cantar la canción que dice: «Tengo en casa mi mamá, pero mi mamá son dos, en el Cielo está la Virgen, que es también mamá de Dios».


Los hijos olvidamos con frecuencia cuánto hace una madre por nosotros.


Circula este texto por internet: Mi querida hija: El día que me veas vieja, te pido por favor que tengas paciencia, pero sobre todo trata de entenderme. Si cuando hablo contigo repito lo mismo mil veces no me interrumpas para decirme “eso ya me lo contaste”, solamente escúchame por favor; y recuerda los tiempos en que tú eras una niña y yo te leía la misma historia noche tras noche hasta que te quedabas dormida. Cuando no me quiera bañar, no me regañes... solamente recuerda las miles de veces que yo tuve que perseguirte con miles de excusas para que tú te bañaras cuando eras una niña. Cuando veas mi ignorancia ante la nueva tecnología dame el tiempo necesario para aprender y por favor no me pongas esos ojos ni esa cara de desesperada. Recuerda, mi querida, que yo te enseñé a hacer muchas cosas, como a comer apropiadamente, cómo vestirte y peinarte por ti misma, y cómo afrontar y lidiar con la vida. El día que notes que me estoy volviendo vieja, por favor, mi querida hija, ten paciencia conmigo y sobre todo trata de entenderme. Si ocasionalmente pierdo la memoria o el hilo de la conversación, dame el tiempo necesario para recordar y si no puedo no te pongas nerviosa o impaciente o arrogante. Solamente ten presente en tu corazón que lo más importante para mí es simplemente estar contigo y que me escuches. Y cuando mis cansadas y viejas piernas no me dejen caminar como antes, dame tu mano…. De la misma manera que yo te la di a ti cuando diste tus primeros pasos... No te debes sentir triste o impotente de verme así, solo te pido que estés conmigo, que trates de ayudarme mientras llego al final de mi vida con amor y un gran agradecimiento por el regalo de tiempo y vida que tuvimos la dicha de compartir juntas. Te lo agradeceré con una sonrisa y con el inmenso amor que siempre te he tenido. Te amo mi querida hija. Tu madre.


¡Cuánto debemos a nuestra madre! Hoy, Jesús, queremos pedirte por todas las madres, heroínas de las de verdad. Queremos aprender de ti a querer a nuestras madres, como Tú querías a la tuya. Ella era lo más querido para ti, y también olvidamos que es madre nuestra.

Hace dos o tres años en el periódico ABC apareció la siguiente noticia:

Hace un par de días una mujer japonesa se acercó al Museo del Prado y se dirigió a las salas de Murillo buscando un cuadro en concreto. Se trataba de una "Inmaculada Concepción", pero no cualquiera de la veintena que pintó el genial sevillano, todas ellas representando a la Virgen vestida de blanco y azul, con las manos juntas o cruzadas sobre el pecho, pisando la luna y mirando al cielo.

Ella buscaba, precisamente, "La Inmaculada del Escorial", un gran óleo pintado por Murillo hacia 1660-1665, una de las versiones más emotivas que pintó en su carrera. La mujer preguntó a los vigilantes de sala y le comentaron que no se hallaba expuesta por encontrarse en el taller de marcos pasando una puesta a punto.

Para sorpresa de los vigilantes, nuestra protagonista se puso a llorar desconsoladamente, así que decidieron llamar a Minako Wada, restauradora de papel de la pinacoteca, que es japonesa. Cuando acudió a la sala su compatriota le explicó que en 2006, en Osaka, había visitado una exposición de obras de El Prado, y tras dos horas de cola pudo contemplar la "Inmaculada del Escorial", que le sacudió por dentro.

Por entonces, se hallaba destrozada, porque la vida le había golpeado muy duro y ya no tenía ganas de continuar, pero pensó que si en este mundo hay cosas tan hermosas como ese cuadro, merecía la pena seguir viviendo. Aquella "Inmaculada" de Murillo le produjo tal emoción que le dio fuerzas para no tirar la toalla. Ahora ha viajado a Madrid y quería volver a ver aquel cuadro que le cambió la vida, de ahí sus lágrimas.

Afortunadamente, el Director del museo, Miguel Falomir, pasaba por las salas y fue informado de lo que acababa de suceder. Inmediatamente ordenó que se permitiera a esta mujer el acceso al taller de marcos para que volviera a ver aquella pintura de la Inmaculada que había dado tal giro a su vida. Uno recuerda las palabras de Dostoievski: “la belleza salvará al mundo”. Pero no cualquier belleza, la que nos introduce, como este cuadro, en el Misterio que ha hecho el mundo y que lo ha redimido. La historia la ha contado Natividad Pulido en ABC.


Este cuadro todos lo conocemos. Es encantador, con esa cara de niña de la Virgen. Y quería hacer mención a porqué fue Murillo el primero que representó a la Inmaculada de blanco y azul y, relacionado con ello, recordar la historia de una Virgen de aquí, de Guadalajara.


Allá por el siglo XV la reina Isabel de Portugal (esposa de Juan II de Castilla y madre de Isabel la católica), tuvo celos de una de sus damas, de gran belleza, porque el rey la miraba con exceso. Por eso, la encerró durante días en un baúl cerrado a cal y canto. Allí, se le apareció la Virgen para decirle que todo saldría bien, y que cuando saliera fundara una orden (las Concepcionistas Franciscanas). Esta dama, conocida como Santa Beatriz de Silva, contaría que la Virgen se le había aparecido con túnica blanca y manto azul, por eso visten así las monjas de esta congregación, como las que están aquí en Guadalajara en el convento del Carmen, y por eso así pinta Murillo a la madre de Cristo.

Además, en el convento del Carmen murió y está enterrada Sor Patrocinio, conocida como "la monja de las llagas". Al año y media de profesar como concepcionista también tuvo una aparición de la Virgen. Era la época de la desamortizacíon de Mendizábal y su comunidad se vio despojada de su convento en que vivían en Madrid.

Al abandonar el convento Sor Patrocinio se llevó consigo una pequeña imagen de Nuestra Señora que había aparecido milagrosamente tras la aparición. Esta pequeña imagen siempre la acompañó, hasta su muerte en el convento de Guadalajara, y hoy preside el retablo de la iglesia del Carmen.


Me parece interesante que los guadalajareños conozcamos las promesas de la Virgen a Sor Patrocinio:

1ª.-En tus manos voy a poner esta sagrada imagen y con ella todas las misericordias de mi Santísimo Hijo.

2ª.-Ha vinculado al Señor esta portentosa imagen al alivio, consuelo y remedio de todos, y la alegría de la Iglesia católica.

3ª.-Al alma, que rendida a sus pies, me pidiera alguna gracias, jamás se le negará mi amor.

4ª.-Cualquier población que expusiese y venerase a la Virgen del Olvido, Triunfo y Misericordias se verá libre de las calamidades con que en otros puntos serían poblados, porque sería Ella como un pararrayos de la Divina Justicia, Arca de Noé y Refugio para a librar sus devotos.


Si es fácil olvidar los desvelos de una madre por nosotros más lo es con nuestra Madre del Cielo. Incluso para algunos no es apropiada tanta atención a la Virgen. Tal era el caso de una pareja de recién casados, cristianos protestantes, que decidieron ir de viaje de novios un mes a Calcuta a estar con la Madre Teresa. Estuvieron trabajando con ella y cuando se volvían, ya muy contentos, se despidieron. El marido le agradeció a la Madre Teresa todo lo que había hecho por ellos y le dijo que los católicos y los protestantes coincidían prácticamente en todo, pero no entendía la devoción a la Virgen. La Madre Teresa simplemente les contestó: "sin María no hay Jesús". El matrimonio se fue y por Navidad escribieron una postal a la Madre Teresa felicitándole la Navidad y diciéndole que se habían hecho católicos, y terminaban la postal con la frase "sin María no hay Jesús".

Hoy Jesús queremos pedirte por nuestros padres. Ante ti y ante tu Madre queremos rendir un homenaje a la maternidad y para ello queremos aprender de ti. Una vez llegaste a una ciudad llamada Naim y te conmoviste porque a una una viuda se le había muerto su único hijo. Y tú, como se suele decir, "sin que nadie te diera vela en ese entierro", solamente porque amor a esa madre, resucitaste a su hijo. Poco tiempo después, ¡casualidades de la vida! se repitió la situación, pero en este caso la viuda era María y su único hijo eras Tú mismo. Y al ver a tu Madre en ese dolor se te parte el corazón, antes aún de recibir la lanzada. Y a penas sin poder hablar, le dices a Juan, y a mí, y cada uno de nosotros: "Ahí tienes a tu Madre" (Jn 19, 26).


Jesús, no te preocupes, desde ahora querré a María como a mi propia madre, y a mi madre como Tú quieres a María.


Durante este año ha habido gente que lo del confinamiento lo ha llevado muy bien, y muchos otros que lo tenían muy difícil. Quizá te encuentres en alguno de estos casos. Cuando el confinamiento resultaba difícil siempre estaba la esperanza de que llegaría el final, de superarlo. Lo peor de los problemas es cuando no hay esperanzas de salida. Una situación así fue la de los discípulos de Jesús después de la ejecución de su Maestro. San Juan vivió ese confinamiento, y cuenta que "estaban (...) en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos" (Jn 20, 19). Su pánico era enorme, porque se encontraban bajo la amenaza de la autoridad religiosa y de la autoridad civil. Y sobre todo, tenían perdidas todas sus esperanzas: perdida su esperanza en los hombres, desde las autoridades hasta el resto del pueblo; perdida su esperanza en Dios, que había permitido la muerte del hombre más justo e inocente; perdida su esperanza en sí mismos, porque habían sido unos traidores cobardes; perdida la esperanza en seguir con vida. El sábado se ocultaron porque, por ser el día sagrado, no podían salir de Jerusalén. Y al empezar el domingo, primer día de la semana, algunos empiezan a huir; otros se quedan con Pedro y Juan. Y cuando llegaron las mujeres y les dijeron haberse encontrado con Jesús resucitado, estaban tan "aterrorizados y llenos de miedo" (Lc 24, 37) que no las creyeron. Pero, trascurren unas semanas y de pronto nos encontramos a Pedro hablando de Jesús resucitado ante una gran multitud (cfr. Hch 2, 22-24). Unos días después vuelve a hacer lo mismo en el templo, tras curar a un cojo. Entonces las autoridades les detienen a él y a Juan y les encarcelan. Les interrogan y Pedro vuelve ha hablarles de la resurrección de Jesús, a aquellos mismos que le condenaron. Las autoridades, tras amenazarles, deciden soltarles y "les prohíben severamente predicar y enseñar en el nombre de Jesús" (Hch 4, 18). No obedecen, y vuelven a ser encarcelados por segunda vez. "Pero, por la noche, el ángel del Señor les abrió las puertas de la cárcel y los sacó fuera, diciéndoles: «Marchaos y, cuando lleguéis al templo, explicad al pueblo todas estas palabras de vida» (Hch 5, 19-20). Así hacen, y por tercera vez son detenidos. Al Sanedrín se le agota la paciencia, y proponen ejecutarlos, pero por la intervención de un prestigioso doctor de la ley, Gamaliel, solamente son torturados y soltados. "Ellos, pues, salieron del Sanedrín contentos de haber merecido aquel ultraje por el Nombre" (Hch 5, 41). Los Hechos de los apóstoles seguirá narrando cómo continúa todo, resumido en la frase: "Predicaban con valentía la palabra de Dios" (Hch 4, 31). O como dice el Evangelio: "Ellos se fueron a predicar por todas partes" (Mc 16, 20). ¿Qué es lo que ha cambiado en aquellos antes pescadores cobardes y desesperanzados, y ahora audaces líderes, que llegarán hasta el fin del mundo conocido, para predicar hasta a los hispanos nada menos? Un cambio tan inexplicable de tal envergadura sólo puede entenderse por el hecho tremendo y extraordinario de la Resurrección: el encuentro con el resucitado que les dice: "Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo»" (Jn 20, 21). San Marcos, que fue discípulo de San Pedro, acaba su evangelio con las palabras: "Ellos se fueron a predicar por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban" (Mc 16, 20). Y San Mateo acaba diciendo: "sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos»" (Mt 28,20). Hoy en día están de moda los deportes de riesgo: puenting, salto base, escalada sin cuerdas... hay uno que se llama heli-sky que se trata de saltar desde un helicóptero sobre una montaña nevada... Es cierto que lograr objetivos difíciles nos proporciona felicidad. Estamos como predispuestos para el esfuerzo, para afrontar dificultades. Hay quien dice que si no tenemos problemas reales que superar nuestra mente se los inventa. Como se recoge en una frase de Mark Twain, el autor de Tom Swayer: "En mi vida he pasado por cosas terribles, algunas de las cuales sí sucedieron". Se suele decir que si no desafías tus límites, si no arriesgas a lo grande, jamás sabrás lo que puedes lograr de verdad en la vida. «Quien arriesga gana» es el lema del afamado Servi-cio Aéreo Especial británico, el SAS. Una de las cosas de las que más se arrepiente la gente cuando se le acaba la vida es no haber arriesgado más para lograr aquello que realmente merecía la pena. Pero ¿qué desafíos merecen realmente la pena? La meta más ambiciosa es la de los cristianos: ir por todo el mundo llevando a Cristo, mucho más que un deporte de riesgo, cuando dice Jesús: «os envío como oveja en medio de lobos» (Mt 10, 16). Decía la Madre Angélica, líder en EE.UU. en los medios de comunicación: “Tus planes, tus proyectos, tus sueños tienen que ser siempre más grandes que tú, para que Dios tenga espacio para actuar”. O como decía el Papa Francisco en el primer documento que escribió: «Al que arriesga el Señor no lo defrauda» (Evangelii Gaudium). Y es que Dios es el único riesgo que siempre merece la pena. Encontré este texto en Internet: «Hacen falta héroes de verdad. No los del relumbrón y la machada, sino los de todos los días, los que tienen miedo y cansancio, los que tropiezan y, tal vez, no son ni fuertes, ni cultos ni guapos. Sencillos héroes de la vida de familia, del tajo o de la oficina y de esos puestos de tercera fila (por lo común tan poco agradecidos) en los quehaceres del mundo político, sindical o de los negocios. Héroes modestos en los diferentes niveles de la educación, en las múltiples manifestaciones del arte y de la ciencia, en las diversas tareas relacionadas con la salud y hasta con el descanso y la diversión... Es coherente que muchos de ellos ni siquiera piensen que es heroico lo que hacen dos días de cada tres o todos los días. Pero hacen falta más. Y los habría si, en muchos casos, no estuvieran como avergonzados, si no tuvieran tantos la sensación de haberse equivocado de camino, si no hubiera una constante exhortación ambiental al desaliento, a la traición, a la falta de honradez». ¿Estoy dispuesto a complicarme la vida por ayudar a los que están a mi lado? ¿Soy capaz de compartir, en mis conversaciones, mis convicciones, mi fe, mi experiencia de Dios, o me oculto por vergüenza? ¿Quiero continuar la audacia de Pedro, Juan, Esteban... y tantos cristianos de todos los tiempos? Si no arriesgamos por lo valioso y por lo que merece la pena no dejamos actuar a Dios en nuestra vida. Como decía uno: “Haz que tus piernas tiemblen al asomarte a tus sueños”. Sólo cuando estamos dispuestos a perder el control sobre nuestra vida entonces empezamos a poner en Él nuestra confianza. «Yo estoy con vosotros todos los días...». Señor, sé que estás con nosotros. ¿Yo te dejo que estés conmigo? Nuestra Madre la Virgen aceptó el mayor desafío, el de aceptar a Dios en su vida. Ayúdanos Madre a aceptar también nosotros el desafío. Salmo 18 (17) 1 Del siervo del Señor, David, que dirigió al Señor las palabras de esta canción, cuando el Señor lo libró de todos sus enemigos y de las manos de Saúl. Dijo: 2 Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza; 3 Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador. Dios mío, peña mía, refugio mío, escudo mío, mi fuerza salvadora, mi baluarte. 4 Invoco al Señor de mi alabanza y quedo libre de mis enemigos. 5 Me cercaban olas mortales, torrentes destructores me aterraban, 6 me envolvían las redes del abismo; me alcanzaban los lazos de la muerte. 7 En el peligro invoqué al Señor, grité a mi Dios: desde su templo él escuchó mi voz, y mi grito llegó a sus oídos... 17 Desde el cielo alargó la mano y me agarró, me sacó de las aguas caudalosas, 18 me libró de un enemigo poderoso, de adversarios más fuertes que yo. 19 Me acosaban el día funesto, pero el Señor fue mi apoyo: 20 me sacó a un lugar espacioso, me libró porque me amaba... 29 Señor, tú eres mi lámpara; Dios mío, tú alumbras mis tinieblas. 30 Fiado en ti, me meto en la refriega, fiado en mi Dios, asalto la muralla. 31 Perfecto es el camino de Dios, acendrada es la promesa del Señor; él es escudo para los que a él se acogen. 32 ¿Quién es Dios fuera del Señor? ¿Qué roca hay fuera de nuestro Dios? 33 Dios me ciñe de valor y me enseña un camino perfecto; 34 él me da pies de ciervo, y me coloca en las alturas; 35 él adiestra mis manos para la guerra, y mis brazos para tensar la ballesta. 36 Me dejaste tu escudo protector, tu diestra me sostuvo, multiplicaste tus cuidados conmigo. 37 Ensanchaste el camino a mis pasos, y no flaquearon mis tobillos... 40 Me ceñiste de valor para la lucha, doblegaste a los que me resistían... 44 Me libraste de las contiendas de mi pueblo, me hiciste cabeza de naciones, un pueblo extraño fue mi vasallo: 45 me escuchaban y me adulaban, los extranjeros buscaban mi favor. 46 La gente extraña palidecía y salía temblando de sus baluartes. 47 Viva el Señor, bendita sea mi Roca, sea ensalzado mi Dios y Salvador: 48 el Dios que me dio el desquite y me sometió los pueblos; 49 que me libró de mis enemigos, me levantó sobre los que resistían y me salvó del hombre cruel. 50 Por eso te daré gracias entre las naciones, Señor, y tañeré en honor de tu nombre. 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