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Más que epidemia, una verdadera pandemia. Ataca, entre otros, a los obesos, a los mineros que respiran sílice, a las mujeres que usan trenzas atadas con cintas de colores: todos participamos en algún grupo de riesgo. La sintomatología aleatoria confunde el diagnóstico: una dermatitis, la lividez crónica o repentina, la pasión por los programas de entretenimiento, la alopecia genética, el insomnio, los espasmos intestinales, incluso la ausencia de todo síntoma. La enfermedad se extiende a través de los continentes. Es inútil aislarse en el aire (a bordo de un avión) o en la mitad del mar. Puede atacar (y lo hace) en el mismo vientre materno, desde el momento en que comienza la división del óvulo fecundado, destruyendo al cigoto o al embrión o al feto. A veces sucede todo lo contrario: la crisis se difiere durante años, en algunos casos más de noventa. El desenlace es siempre fatal."

Es un relato titulado "Así es la vida", de Ana María Shua.


Recordaréis esa imagen impactante del Papa Francisco, en una Plaza de San Pedro vacía y lluviosa, fue el 27 de marzo del 2020, en una oración por el fin de la pandemia del coronavirus. Allí dijo: «En un mundo enfermo, habíamos creído que podíamos permanecer sanos».


Como escribió fray Luis de Granada: Los poderosos no te pueden huir; los sabios no te saben evitar; los fuertes, contigo pierden su fortaleza; para contigo ninguno hay rico... "¡¡Oh muerte, cuan amarga es tu memoria!! ¡¡Cuan presto tu venida!! ¡cuan dudosa tu hora y cuan universal tu senorio!

Como es lógico no nos agrada pensar en la muerte. Pero pensar en ella tiene la ventaja de que nos pone a cada en su sitio, y pone también las cosas en su sitio. Es el clásico Memento mori! O como dice el salmo 9: «Que los hombres reconozcan que son mortales».


En el prefacio de la misa de difuntos se dicen unas palabras muy sabias, más expresivas todavía en latín: vita mutatur, non tollitur: la vida no se acaba, se transforma.

La muerte es la puerta, el paso definitivo en ese proceso de transformación. Pero Dios quiere que nosotros mismos seamos artífices de esa transformación mientras estamos en esta vida. Ese es el sentido de que Jesús repita tantas veces: "Velad, porque no sabéis el día ni la hora" (Mt 25, 13).

¿Y en qué consiste ese proceso de transformación? Consiste en amar: amar este mundo que Dios nos ha dado, amar a todo ser humano porque es amado inmensamente por Dios, amar a todos los que Dios pone a nuestro alrededor.

Benedicto XVI explicaba la vida eterna, más que como una vida interminable, lo que quizá puede desagradarnos, como una vida de total plenitud, gozosa. Y lo más parecido a esa vida plena y gozosa lo experimentamos aquí la tierra sobre todo cuando amamos y nos sentimos amados. Pues la Vida eterna, según Dios nos lo ha revelado, la pasaremos inmersos en un Amor inmenso. Y estamos aquí en esta vida para hacer las "prácticas" de lo que será nuestra eternidad (esto no lo decía así Benedicto XVI, pero sí la idea).


Puede parecer un poco macabro, pero ahora que llega el mes de los difuntos, puede ser interesante lo que proponía uno sobre escribir cada uno su propio obituario. Hay epitafios famosos, como el de Molière: Aquí yace Molière el rey de los actores, en estos momentos hace de muerto, y de verdad que lo hace muy bien; o de Groucho Marx: Perdonen que no me levante; o el que circuló sobre Richelieu: Yace aquí el gran Cardenal que hizo en vida mal y bien, el bien que hizo lo hizo mal, el mal que hizo lo hizo bien.

Si escribes el que te gustaría fuera tu obituario, ¿qué te gustaría que apareciera en él? ¿Qué legado positivo te gustaría dejar? ¿Cómo quisieras que te recuerden las personas cercanas a ti? ¿Qué conocerían y valorarían de ti, qué fortalezas te habrían visto exhibir? ¿Qué dirían de tus pasiones e intereses? ¿Has tenido un impacto en la vida de tus seres queridos? ¿Qué impacto has tenido en tu comunidad? ¿Cómo habrías marcado una diferencia a través de tu trabajo? ¿Cómo influiste e inspiraste a aquellos que te rodean?


Decía Steve Jobs: En los últimos 33 años, me miro al espejo todas las mañanas y me pregunto: “Si hoy fuera en último día de mi vida, ¿querría hacer lo que estoy a punto de hacer?”. Sabemos que la muerte vendrá cuando Dios quiera y como Dios quiera. "Nadie se muere la víspera", como decía el Papa Francisco.

Todas estas reflexiones se plasman en una valiosa práctica de la devoción cristiana. Se trata del examen de conciencia diario al acabar el día, en el que brevemente hacemos balance de todas las cosas buenas que tenemos que agradecer y de las faltas por las que tenemos que pedir perdón, y con humildad pedimos la ayuda de Dios para cada nuevo día de vida que nos conceda.


Qué hermosa oración para repetir cada día antes de dormir: "gracias, perdón y ayúdame más". Jesús, ahora ante tu presencia todavía aquí en esta tierra te lo pedimos: "gracias, perdón, ayúdame más".

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Carta escrita por don Ángel Camino, vicario episcopal de Madrid, que atendió espiritualmente a Teresita Castillo, una niña que murió de cáncer el pasado mes de marzo:


Queridos sacerdotes:

Esta vez no os escribo para convocaros a ninguna reunión ni para pediros estadísticas o comunicaciones. Esta vez os escribo, simple y llanamente, para notificaros el fallecimiento de una niña que ha repercutido mucho en mi vida personal y como Vicario. Una niña: Teresita; y unos padres: Teresa y Eduardo. ¡Una familia cristiana!...

Os explico brevemente. El pasado 11 de febrero, Jornada del enfermo, este año he ido a celebrar la Eucaristía al Hospital de La Paz. La he celebrado acompañado de los capellanes y de una variada asamblea: médicos, enfermeras, familiares de enfermos, etc. Al concluir la Eucaristía, acostumbro a ir con los capellanes a visitar a algunos enfermos para administrarles la Unción o darles la comunión. Esta vez los capellanes, sabiendo mi costumbre, habían propuesto que fuera a visitar a una niña gravemente enferma, que la operaban de un tumor en la cabeza al día siguiente. Con muchísimo gusto acepté la propuesta. Hemos llegado a la UCI debidamente equipados, he saludado a médicos y enfermeras, y acto seguido me han llevado a la cama de Teresita que estaba junto a su madre Teresa. Un vendaje blanco rodeaba toda su cabeza, pero tenía la cara suficientemente descubierta como para percibir un rostro verdaderamente brillante y excepcional. La he saludado con todo afecto, indicándole que en ese momento venía en nombre del Sr. Cardenal Arzobispo de Madrid para traerle a Jesús.

Ahora os entrecomillo las expresiones de Teresita; me dice: "¿me traes a Jesús verdad?", sí, le respondo, te traigo a Jesús y la fuerza del Espíritu Santo con la Unción. A continuación me dice: "¿Sabes una cosa? Yo quiero mucho a Jesús". Lo oye su madre y dirigiéndose a su hija le dice: "dile a Ángel lo que tú quieres ser". Mira fijamente a su madre y le dice: "¿Se lo digo de verdad?" y la mamá dice: "tú verás". Teresita me dice: "yo quiero ser misionera".

Me impacta tanto su respuesta, totalmente inesperada para mí, que cogiendo fuerzas de dónde no tenía, por la emoción que me produjo su respuesta, que le digo: "Teresita, yo te constituyo ahora mismo misionera de la Iglesia, y esta tarde te traeré el documento que lo acredita y la cruz de la misionera". Ella añade: "Padre Ángel ¿sabes una cosa?: yo rezo para que muchos niños conozcan a Jesús". A continuación le he administrado el Sacramento de la Unción, le he dado la comunión y la bendición apostólica del Papa Francisco. Ha sido un momento de oración, sumamente sencillo pero profundamente sobrenatural. Se han unido a nosotros algunas enfermeras que espontáneamente nos hicieron unas fotos, para mí totalmente inesperadas, y que quedarán como un recuerdo imborrable. Nos hemos despedido mientras ella con su mamá se quedaba rezando y dando gracias.

Esa mañana tenía una reunión de Arciprestazgo; en cuanto la terminé fui directamente a la Vicaría y ayudado por los secretarios Miguel y Mª Pilar, elaboramos el oficio de misionera bajo un pergamino verdaderamente precioso. Recogí la cruz de la misionera y a las cinco de la tarde regresé de nuevo al Hospital de La Paz. Me estaban esperando los capellanes y fuimos derechos a la UCI nuevamente. En cuanto me ve la mamá dice en voz alta: "Teresita ¡no me lo puedo creer! Viene el Sr. Vicario con el regalo para ti". La niña que estaba medio dormida se despertó de inmediato y cogió entre sus manos el documento y la cruz. La mamá se lo lee en voz alta, mientras ella escucha atentamente y ocurre lo que nos imaginábamos, se emociona hasta que la madre la consuela, y Teresita dice en voz alta: "esa cruz pónmela en la barra para que la vea bien, y mañana la llevo al quirófano. Ya soy misionera". Nos despedimos con estas palabras de Teresitas: "Entonces Padre Ángel ¿soy misionera?", y yo respondo "tú eres misionera".

Aquí podría terminar el relato de esta sencilla y profunda experiencia. Lo que yo no me podía imaginar es que a través de los contactos de los padres, este testimonio llegó a oídos del Delegado Nacional de Misiones. Me llama al día siguiente y me hace esta pregunta: "¿tú has constituido en el Hospital de La Paz a una niña misionera?" efectivamente, le digo, "ayer después de darla la unción y la comunión, la constituí misionera con la oración preceptiva y posteriormente le llevé el documento y la cruz de la misionera". A continuación me dice: "este testimonio ha dado la vuelta en todo el mundo misionero de España y ya han puesto a Teresita como una nueva protectora para los niños en misión". Posteriormente los papás me han ido reenviando mensajes de distintas personas impactadas por el testimonio de Teresita.

Hoy domingo, 7 de marzo, a las 9:00 h. Teresita ha partido hacia el cielo. Se la ha velado en el Tanatorio de El Escorial. Estando rezando el Rosario con los papás y el aforo al máximo permitido, me ha llamado el Sr. Cardenal, D. Carlos Osoro, para hacerse presente. Han sido unas palabras llenas de esperanza que han consolado abiertamente a los padres, familiares y niños compañeros de Teresita. Ha concluido D. Carlos dando la bendición a Teresita de cuerpo presente y a todos los acompañantes.

Cuando he creído que estaba todo terminado, la tía de Teresita en voz alta y delante de todos en la sala del Tanatorio me dice: "Padre Ángel ¿me permite que le ponga el audio que Teresita me envió el mismo día que usted la constituyó misionera?". Por supuesto, respondí, y textualmente oímos con una voz muy suave, como de alguien que está cansado, pero que saca fuerzas de dónde no las tiene, y dice: "Hola tía, te cuento una cosa muy importante para mí, esta mañana después de recibir la Unción y la comunión, el Vicario de Madrid me ha constituido misionera: ya soy misionera". Como os podéis imaginar quedé sin palabras.

El entierro será mañana día 8 de marzo a la misma hora que la Eucaristía por D. Tomás Juárez. Los padres han comprendido perfectamente que no pueda acompañarles físicamente. Estaré en la Misa de gloria que celebrarán a finales del mes de marzo.

Disculpad la extensión de la carta pero si este testimonio no lo comparto con los sacerdotes, vida consagrada y laicos de la Vicaría VIII ¿con quién lo voy a compartir?.

Os invito, pues, a que recéis por Teresita y, sobre todo, a que os encomendéis a ella porque estoy convencido que va a proteger de un modo especial a toda la Vicaría VIII, en la cual ella fue constituida misionera. Recibid un fuerte y fraterno abrazo.

Ángel Camino Lamela, osa.

Vicario Episcopal. Vicaría VIII


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Retomamos el «Ven y verás», palabras, en singular, que Jesús dirigió a dos jóvenes, Andrés y Juan, una tarde que cambió sus vidas. Nosotros también tenemos que invitar a otros a que vengan junto a Jesús, y entonces vean.

Pero quería fijarme en que don José Antonio lo llama el “retiro joven”. Uno me dijo que veía este retiro “joven” en sentido «amplio»… Vamos hoy a meditar sobre la juventud, en el sentido que Francisco dice en Christus vivit: “más que una edad es un estado del corazón”.

Quizá recordéis a Leopoldo Abadía, el profesor jubilado que explicó con palabras sencillas la crisis económica como la crisis ninja. Ahora, con más de ochenta años sigue escribiendo libros, llenos de sentido común y enseñanzas sobre la vida. Estos días de atrás leí uno de sus últimos libros, titulado «Yo de mayor quiero ser joven: reflexiones de un chaval de 82 años». Y allí dice: «El ser chaval no tienen nada que ver con lo pone en el DNI. Tiene que ver con la alegría, la ilusión, las ganas de trabajar, las ganas de ayudar con la sonrisa a que los demás sean felices».

Esta juventud, como capacidad de ilusionarse, creo que es de las pocas cosas que Dios nos pide que pongamos, para Él actúe en nuestra vida. Decía un santo que cuando él descubrió la misión que Dios le encargaba sólo tenía 26 años, gracia de Dios y buen humor. ¿Y por qué elige Dios en la Biblia a tantos cuando son jóvenes? El patriarca José, el juez Gedeón, el profeta Samuel, los reyes David y Salomón... ellos se ven incapaces por su corta edad. Jesús elegirá también a jóvenes para ser sus apóstoles, incluso al apóstol Juan siendo adolescente. ¡Y Dios elegirá para la mayor misión hasta a una Niña!

Me parece que Dios elige a jóvenes porque sus sueños son más grandes que sus capacidades. Y Dios espera que esa diferencia confiemos para que Él la rellene.

Leemos en Mateo 20: Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos y se postró para hacerle una petición. Él le preguntó: «¿Qué deseas?». Ella contestó: «Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda». Pero Jesús replicó: «No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber?». Contestaron: «Podemos». Él les dijo: «Mi cáliz lo beberéis; pero sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre». Por cierto, en Santiago de Compostela vi la semana pasada una imagen de esta mujer, Santa Salomé. Si es santa señal que no lo hizo tan mal.

El domingo pasado también leíamos en el Evangelio de la misa una discusión sobre lo mismo: quién sería el primero de ellos en el Reino de los Cielos. ¡Son jóvenes llenos de aspiraciones! Y Jesús quiere, necesita, esa juventud, para después proponer algo más grande aún. Y Jesús nos pregunta: ¿Estás dispuesto a soñar cosas grandes?

Decía también el papa Francisco a los jóvenes: “Debes descubrir quién eres... Convertirse en santo es llegar a ser más plenamente tú mismo, el que Dios quiso soñar y crear... Tu vida debe ser un estímulo profético que sirva de inspiración a los demás, que deje una marca en este mundo, esa marca única que sólo tú puedes dejar”.

Una vez me contaron sobre una personalidad relevante en España, empresario, gran profesional con diversos premios y reconocimientos. A esta persona fuera de su ámbito profesional no le gustaba significarse, ni en el ámbito político ni en el religioso, por su cargo de representación institucional. Pero sí accedió a participar en una actividad de una universidad privada concreta. Y explicó que asistía porque le había invitado una persona muy importante para él, porque cuando él era pequeño, y vivían en su familia sin apenas recursos económicos, había sido su monitor en unas actividades deportivas organizadas para chicos en situación desfavorecida. Este monitor ofreció a sus padres darle a él clases particulares sin cobrarles nada, porque veía en él, todavía niño, muchas capacidades. Así, aquella persona cambió la historia de este chico, y este chico preside todavía hoy una fundación que dona muchos millones a gente desfavorecida.

Debemos soñar siempre con mejorar el mundo, mejorar a los que están a nuestro alrededor, mejorarnos a nosotros mismos. Ser joven es soñar con que siempre podemos favorecer a los demás de alguna forma: con nuestras ganas de trabajar, como dice Abadía, o al menos con nuestra sonrisa. Y hoy hay muchos jóvenes ya ancianos, porque no tienen ideales, ni sueños. Un corazón viejo se lamenta: «¡Qué mal está el mundo!»; un corazón joven se enciende: «¡Hay que cambiarlo!». Si dejas de soñar con seguir aportando entonces Dios no podrá contar contigo.

Todo esto suena bonito, ¿pero cómo hacerlo, tal como está el panorama, o con el carro de años, y de palos a veces, que uno lleva encima? Sobre esto un sabio le preguntó una vez a Jesús: si acaso le era posible a un anciano rejuvenecer, y Jesús le contestó que esa juventud sólo viene de lo alto. Es lo mismo que viene recogido en Christus vivit, la exhortación que el Papa dirigió a los jóvenes, y que empieza diciendo: VIVE CRISTO, esperanza nuestra, y Él es la más hermosa juventud de este mundo. Todo lo que Él toca se vuelve joven, se hace nuevo, se llena de vida... Jesús ha resucitado y nos quiere hacer partícipes de la novedad de su resurrección. Él es la verdadera juventud de un mundo envejecido, y también es la juventud de un universo que espera con «dolores de parto» (Rm 8,22) ser revestido con su luz y con su vida. Cerca de Él podemos beber del verdadero manantial, que mantiene vivos nuestros sueños, nuestros proyectos, nuestros grandes ideales, y que nos lanza al anuncio de la vida que vale la pena... La Iglesia es joven cuando es capaz de volver una y otra vez a su fuente...

Miremos a Cristo en la Custodia: bebamos del único manantial de eterna juventud.

Un cartujo contaba que sus Reglas les mandan, al levantarse, saltar de la cama como si hubiera fuego en ella. iBonita oración de la mañana, este brinco animoso, que despabila los sentidos y despierta el corazón! Te gusta, Señor, ver a tus hijos arrancarse de la tibieza de las sábanas con un tirón resuelto y alegre, que es todo un ofrecimiento de obras. Te gustan la actividad decidida y el ritmo deportivo de una Vida cristiana; empezando, cada día, con este pequeño gesto de valentía que te llena de gozo. ¡Pequeño gesto importante, Señor! Porque es dedicarte el primer acto consciente de la jornada que nos das. Porque en la primera acción de gracias por el primer don del nuevo día. Porque es un grito de servicio, con un afán de no quedarse con nada, de ofrecértelo todo. Porque las horas que seguirán estarán consagradas y ofrecidas por esta entrega matutina. Porque, luego, no habrá más que recordarte que sí, que te lo hemos dado todo, que no nos volvemos atrás.

Yo te pido Señor que mantenga siempre esta mentalidad de estreno, porque está llena de optimismo, de esperanza y de juventud. Que yo despierte, Dios mío, cada mañana, con la ilusión deportiva de una carrera que empieza. Porque Tú estás al final de cada hora sosa y de cada hora alegre. Y vale la pena sonreírte mientras ando de la mano contigo. Porque Tú me señalas el sendero, el humilde y extraño sendero de cada minuto, y sé que has puesto mucho amor al trazarlo para que yo pusiera mucha ilusión en seguirlo.

Le pedimos también la juventud del alma a esa niña encantadora elegida para ser la Madre de Dios, María. Se cuenta que le preguntaron a Miguel Ángel, acerca de la imagen de La Pietá, del porqué del rostro de la Madre tan joven como del del Hijo, y el artista respondió: “Las personas enamoradas de Dios no envejecen nunca".


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Michael Ende es conocido a nivel mundial principalmente por dos obras de fantasía: Momo y La historia interminable. En Momo cuenta la historia de una niña que su principal cualidad es sabes escuchar a los demás. Y tiene que enfrentarse a la llegada de los hombres grises. Estos son unos personajes siniestros que aconsejan a la gente que se dedique sólo a actividades que les proporcionen rentabilidad; pero realmente lo que hacen ellos es robar el tiempo de las personas. Uno de ellos le dice a Momo: ¡Ah, no sabéis lo que significa vuestro tiempo!… Pero nosotros lo sabemos y os lo chupamos hasta la piel… Y necesitamos más… Cada vez más… Poco a poco toda la sociedad se va contagiando con la mentalidad de los hombres grises y “nadie quería darse cuenta de que su vida se volvía cada vez más pobre, más monótona y más fría".

Dirá luego un personaje clave de la novela: “todo el tiempo que no se percibe con el corazón está tan perdido como los colores del arco iris para un ciego o el canto de un pájaro para un sordo”.

Me parece que hoy en día es muy importante que detectemos nuestros ladrones de tiempo. El tiempo es una de las cosas más valiosas que Dios nos concede, que pone en nuestras manos cada día, pero que es limitado.

Lo contaba una chica que fue a un campo de trabajo para arreglar viviendas de gente con pocos recursos. Allí conoció a un anciano que le dejó una gran enseñanza; él les estuvo contando sobre su vida cargada de experiencias y sobre todo les habló de su esposa, que había muerto hacía varios años. Contó cómo ella se quedaba despierta hasta las primeras horas de la madrugada para hornear el pan del día siguiente, mientras que él, por lo general cansado después de un largo día de enseñanza o de caza, se iba a dormir. Y ahora se preguntaba: “¿Por qué no me quedé despierto junto a ella? ¿Por qué no pude aprovechar ese tiempo adicional? ¿Por qué?” El dolor de aquel hombre se le quedó grabado a esta chica, la marcó para aprovechar al máximo su vida, para aprovechar ese tiempo adicional junto a los que amaba.

Tenemos un ladrón de tiempo muy peligroso: el afán por la propia comodidad. Ahora, más aún con las tecnologías, no llenamos el tiempo, lo rellenamos, con actividades superficiales y vacías que no nos aportan ninada nos acercan a los demás.

Tuve la suerte de estar en 2016 en la JMJ de Cracovia, y allí el Papa Francisco quiso despertar a los jóvenes de la forma de vida que les oferta esta sociedad: una parálisis muy peligrosa, muchas veces difícil de identificar, y que hace confundir, decía, la «felicidad» con un «sofá-canapé». Es cierto que la comodidad cuántas veces nos adormece y dificulta aprovechar el tiempo. Y perdemos horas y horas ante la televisión, internet o el móvil. Como decía el Papa: para muchos es más fácil y beneficioso tener a jóvenes embobados y atontados que confunden felicidad con un sofá. Todos de alguna forma quedamos sometidos a esta vida de consumo, que poco a poco nos esclaviza, mientras otros —quizás los más vivos, pero no los más buenos— deciden el futuro por nosotros. Pero, les recordaba a los jóvenes, Jesús es el Señor del riesgo, es el Señor del siempre «más allá». Jesús no es el Señor del confort, de la seguridad y de la comodidad.

Nos gusta la comodidad, es lógico, para poder recuperar fuerzas, y para descanso de los nuestros, pero no hemos nacido para la comodidad, para vegetar, sino para la grandeza, para dejar huella, capaces de contagiar alegría, esa alegría que nace del amor de Dios, dice Francisco, la alegría que deja en tu corazón cada gesto, cada actitud de misericordia. Ir por los caminos siguiendo la «locura» de nuestro Dios que nos enseña a encontrarlo en el hambriento, en el sediento, en el desnudo, en el enfermo, en el amigo caído en desgracia, en el que está preso, en el prófugo y el emigrante, en el vecino que está solo. Ir por los caminos de nuestro Dios que nos invita a ser actores políticos, pensadores, movilizadores sociales. Que nos incita a pensar en una economía más solidaria que esta.

¡Abre los ojos, mira a tu alrededor, hay tanto que hacer! Y Dios nos impulsa a acabar con nuestras parálisis: con aquello que hacemos porque todo el mundo lo hace, o porque es lo más fácil... Como también decía Benedicto XVI: "Dios nos muestra la senda que lleva hacia las cosas grandes, hacia el bien, hacia una vida humana auténtica" (Benedicto XVI, Discurso a los peregrinos alemanes, 25 abril 2005).

A veces tenemos que comenzar por vencer la pereza para cuidar la salud. Decía Jordan Peterson en su libro “12 reglas para vivir”, que "a las personas se les suele dar mejor gestionar las recetas médicas de sus mascotas que las suyas propias... ¿Qué le puede pasar a la gente para preferir antes a sus animales de compañía que a sí misma?". Quizá lo primero que tenemos para cuidar nuestra salud es dormir más, y apagar antes esos ladrones de tiempo que son la televisión y las pantallas, aunque el consumo de luz sea más económico por la noche. Quizá tenemos que empezar por hacer caso en serio al médico, o hacer deporte, o salir a la naturaleza, etc.

Descuidar la salud es descuidar los dones que Dios nos da, y cuando Dios nos da dones es para dar fruto y amar a los demás. Y como decía un santo: “verdaderamente es corto nuestro tiempo para amar”.

Había un anuncio de coches Mercedes con el siguiente mensaje: «Supongamos que cada mañana te encuentras 1.440 euros. Puedes regalarlos, divertirte con ellos o quemarlos. Pero los que no uses al final del día desaparecerán. Así funciona la vida, la diferencia es que lo que te encuentras cada mañana no son 1.440 euros, sino 1.440 minutos».

No sabemos cuánto tiempo tenemos, ni cuánto tiempo tenemos a los demás con nosotros. El Papa nos habla de salir hacia el amigo caído en desgracia, que puede ser también llamar a ese familiar al que podemos ayudar, es cuidar a los padres o abuelos, es quedar con aquellos amigos que tenemos un poco olvidados.

El tiempo mejor aprovechado es el tiempo dedicado a amar, y también el tiempo dedicado a este Dios que es Amor. Al final no es un problema de escasez de tiempo, sino un problema de orden, de prioridades. A todos nos pasa: nunca nos cunde tanto el tiempo como cuando no lo tenemos, cuando tenemos exámenes o tenemos que acabar un trabajo urgente.

Perdona, Dios mío, porque no tengo tiempo para ti, siempre estoy muy ocupado, aunque no siempre en cosas importantes. Perdona porque olvido que el mejor modo de aprovechar el tiempo es amarte a ti y amar a los demás. Como decía el personaje de Momo:“el tiempo que no se percibe con el corazón está tan perdido como los colores del arco iris para un ciego o el canto de un pájaro para un sordo”.

Virgen María, a ti acudimos, porque tú nos diste la clave para saber priorizar nuestra actividad: “Haced lo que Él os diga”.

Acuedo con St Bedes
retiro febrero21Artist Name
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