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En el 2015 Pixar sacó la película Inside Out, o Del revés, como se tituló en España, en la que se cuenta la historia de cinco personajes peculiares: son las emociones que luchan dentro de la mente de una niña, según las experiencias que vive esa niña. Es una película divertida y plantea la cuestión de por qué nuestras emociones nos dominan, aunque a veces no queramos.


Las emociones, afectos, o sentimientos, el Catecismo los denomina pasiones, porque es algo que nos pasa, que no elegimos o decidimos. El Compendio del Catecismo dice que las pasiones y las emociones sirven para que seamos atraídos hacia el bien y rechacemos el mal. Son, por tanto, inclinaciones buenas, que nos inclinan hacia la belleza, el bien y la verdad, pero que a veces se nos desmadran, "como un ataque de comanches borrachos", que diría Miguel d'Ors. Descartes buscaba en el hombre el lugar donde se une el alma con el cuerpo y se inventó la inexistente glándula pineal. Donde se unen nuestro cuerpo y nuestra alma es en la afectividad, por eso, los sentimientos y emociones nos hacen profundamente humanos.

Aprendamos de la persona más profundamente humana de la historia: Jesucristo. En el Evangelio vemos su profunda humanidad en infinidad de momentos: mira con cariño al joven rico, se turba a la vista de Jerusalén, se conmueve con la viuda de Naím, se admira con la fe de la cananea, llora ante la tumba de Lázaro, se enfada en el Templo, se emociona ante la sencillez de la gente humilde, desea ardientemente celebrar la Pascua con sus discípulos, etc.


Es importante contemplar en el evangelio las emociones de Cristo. Porque encajan con su enseñanza. Jesús no enseña una moral de ritos o ceremonias, sino una conversión del corazón. Porque en el corazón está el origen de los actos malos y de los actos malos. El corazón es la sede de la personalidad moral, dice el Catecismo, es el lugar de la decisión, en lo más profundo de nuestras tendencias psíquicas. Por eso dirá san Pablo que debemos tener los mismos sentimientos de Cristo, o como han dicho muchos santos, un corazón a la medida del de Cristo. ¿No nos dice Jesús acaso que dominemos nuestros afectos y sentimientos cuando dice: "Amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo", "no os agobiéis por el mañana", "buscad el Reino de Dios y su justicia", "alegraos y llenaos de gozo porque vuestra recompensa será grande en el Cielo"? La clave está, para ser dueños de nuestros afectos, dejar a Dios transformar el Corazón.

¿Qué hay, Dios mío, en mi corazón? "Bienaventurados los limpios de corazón". Hace años se puso de moda en las empresas los famosos análisis DAFO: para analizar las dificultades, las amenazas, las fortalezas y las oportunidades. Para conocer nuestro corazón podemos hacer también análisis parecido, que yo llamaría análisis META, y que no tiene que ver con el gran gigante de las redes sociales. META: por ver en presencia de Dios nuestros miedos, esperanzas, tristezas y alegrías. En la película Inside Out aparecían cinco emociones básicas: alegría, tristeza, asco, miedo e ira. Creo que es más sencillo limitarnos a estas cuatro miedo, esperanza, tristeza y alegría, porque son reacciones instintivas ante el bien presente, con la alegría, ante el bien futuro, con la esperanza, ante el mal presente, con la tristeza, o ante el mal futuro con el miedo.

Jesús, en tu presencia, debo examinar con frecuencia dónde está mi alegría, tristeza, miedo y esperanza. ¿Qué me ha alegrado hoy? Quizá algo nuevo que he aprendido, o quizá el rato de deporte que he hecho. ¿No debería también alegrarme de estar contigo? ¿O de haber hecho hoy la vida un poco más agradable a alguien? ¿Y qué cosas temo? A veces puede ser de que le pase algo malo a alguien que queremos. ¿Pero quiero así a los demás? ¿Me entristezco por el sufrimiento de los demás? Tú nos dices "bienaventurados los que lloran". ¿Y cuáles son mis esperanzas ahora mismo, las ilusiones que me animan cada día? A veces somos tan básicos que nos ilusiona comer algo que nos apetece, o hacer nuestro plan. Señor ¡dame hambre de ti, dame ganas de hacer tu plan!

En la novela juvenil "La historia interminable" el protagonista Bastian viaja al mundo de Fantasia, que está desapareciendo borrado por la Nada, pero él puede salvarlo, y la Emperatriz Infantil le dice: "Fantasia nacerá de nuevo de tus deseos, Bastián, que se harán realidad a través de mí. —¿De mis deseos? —repitió Bastián asombrado. —Ya sabes —oyó decir a la dulce voz— que me llaman la Señora de los Deseos. ¿Qué deseas para ti? Bastián reflexionó y preguntó luego cautamente: —¿Cuántos deseos puedo formular? —Tantos como quieras… cuantos más mejor, Bastián. Tanto más rico y variado será Fantasia."

Y es cierto que nuestra vida se agranda y se llena con nuestros deseos, y Dios quiere que tengamos una vida plena. Pensamos que debemos refrenar nuestras pasiones, y es al revés, Dios quiere que las potenciemos hacia lo que realmente vale la pena. El pecado no es ambicionar demasiado sino conformarnos con muy poco, con baratijas. Bastian, en la novela, debe seguir el camino de los deseos, pero se extraviará. Como le indicará un personaje, ese es un camino muy arriesgado:

—Es el más peligroso de todos los caminos —dijo el león.

—¿Por qué? —preguntó Bastián—. Yo no tengo miedo.

—No se trata de eso —retumbó Graógraman—. Ese camino exige la mayor autenticidad y atención, porque en ningún otro es tan fácil perderse para siempre.

—¿Quieres decir que no siempre son buenos los deseos que se tienen?


Y el león le explicará que tiene que lograr descubrir, de deseo en deseo, su Verdadera Voluntad, y sólo así podrá salvar Fantasia y él volver a casa. Bastian encontrará al final cuál es su verdadera voluntad, pero no la digo aquí para los que no han leído el libro. Alguien dijo que un santo es alguien que tiene pocos deseos pero todos sustanciales, o dicho de otra forma, deseos no de poseer y sí de mejorar. En esta tarea el Espíritu Santo nos debe guiar. Lo escribe san Pablo en la carta a los romanos: nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, suspiramos en nuestro interior. Pero, si estamos esperando lo que no vemos, lo esperamos con anhelo y constancia. De la misma manera, el Espíritu acude en ayuda de nuestra debilidad, pues no sabemos pedir como conviene; y el Espíritu mismo aboga por nosotros con gemidos que no pueden ser expresados en palabras. Y aquel que escudriña los corazones sabe cuáles son los deseos del Espíritu y que su intercesión en favor de los fieles es según el querer de Dios.

Son unas palabras para pensar despacio, que nos recuerdan que en nuestro corazón hay un deseo muy profundo, que sólo Tú, Señor, conoces. Es aquello que escribió San Agustín en sus confesiones: "nos has hecho para ti y nuestro corazón no halla sosiego hasta que descansa en ti". El problema está en que, como decía Santo Tomás de Aquino, "la tierra, si no se la cultiva, produce espinas y abrojos; igualmente, el alma del pecador, si no es cultivada por la gracia, solo lleva abrojos y zarzas de pecados (Santo Tomás de Aquino, Sobre el Padrenuestro, 1. c., 135)".


Dios Espíritu Santo, cambia mi corazón, ayúdame a tener los mismos sentimientos de Cristo. Jesús es un apasionado, un enamorado de cada uno de nosotros por eso está aquí. "Enamórense, -son palabras del Papa a los jóvenes en la JMJ de Panamá del 2019- que eso lo decidirá todo. Podremos tener todo, pero, queridos jóvenes, si falta la pasión del amor, faltará todo. ¡La pasión del amor hoy! ¡Dejemos que el Señor nos enamore y nos lleve hasta el mañana!"


La famosa trilogía de películas de El Señor de los Anillos comienza con la voz de Galadriel que, con una breve narración, nos introduce en la historia, y ahí ella pronuncia la frase: "el corazón de los hombres se corrompe fácilmente". Estas palabras recuerdan muchos a otras recogidas en la Biblia: "Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo entenderá?" (Jer 17, 9). Es verdad, no es fácil alcanzar ese principio clásico de la sabiduría del "conócete a ti mismo", conocer qué hay en lo más profundo del hombre, su interioridad. Pero esta dificultad cambió radicalmente a partir del momento en que una madre primeriza, con su bebé en brazos, escuchó las palabras referidas a su hijo pronunciadas por un anciano: "Este ha sido puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; y será como un signo de contradicción –y a ti misma una espada te traspasará el alma–, para que se pongan de manifiesto los pensamientos de muchos corazones" (Lc 2, 34-35). Esto ocurrió cuando la Virgen María y San José presentaron por primera vez al Niño Jesús en el Templo de Jerusalén. Allí, Simeón profetizó que la vida de Jesús constituiría la prueba de fuego definitiva para manifestar qué hay en el corazón de cada hombre.


Los pequeños del Colegio escuchaban con gran atención, durante estos días de Cuaresma, el Via Crucis que recorrió Jesús. Descubrían cómo, junto a su sufrimiento, hay personajes buenos, como el Cireneo, la Verónica, San Juan, etc., y otros malos, como los soldados, o Pilatos, o los que le insultan. Sin embargo, veíamos también que lo de buenos y malos no es tan sencillo, y que la gran mayoría de los testigos no se definen ni buenos ni malos sino indiferentes y pasivos, por ignorancia o por temor. "Ahí están -decía San Josemaría- los que se alimentaron en la multiplicación de los panes y de los peces, los que fueron curados de sus dolencias, los que adoctrinó junto al lago y en la montaña y en los pórticos del Templo" (San Josemaría, Via Crucis). Y ahí estamos cada uno de nosotros, que a veces rezamos, y nos esforzamos por hacer las cosas bien, y nos llenamos de buenas intenciones y, al poco tiempo, nuestro corazón se acobarda y acomoda.

La celebración cristiana de la Semana Santa vuelve un año más como una nueva oportunidad para despertar nuestro corazón y elevarlo, un corazón muchas veces semejante al de un funcionario romano, sin conciencia ni profundidad, y hacerlo más parecido al de la Verónica, atento al pequeño gesto de saber escuchar y comprender al hijo o al cónyuge, o como el del Cireneo, que comparte la carga ajena de las tareas domésticas o profesionales, o como el del adolescente Juan, que es capaz de mantenerse fiel junto a los que más ama, quizá gracias a su cercanía con la Virgen.


"Engañoso es el corazón, ¿quién lo entenderá?" ¿Jesús, cómo es mi corazón, qué hay en su interior? ¿Se atreverá esta Semana Santa a acercarse más a ti? ¿O me quedaré lejos, guardando las distancias, como la gran masa que consintió tu condena?

Oscar Wilde escribió en su última obra, cuando se encontró con Cristo por el dolor: "¿Cómo, sino a través de un corazón roto, puede entrar en el alma Cristo nuestro Señor?". Jesús, ojalá se rompiera mi corazón al verte estos días. Así, podrás entrar y cambiármelo, para no alejarme de ti, y consolarte, sonreírte, ayudarte en los demás de mi alrededor.


Si tenía razón Galadriel sobre la corrupción del corazón humano, también lo es que el corazón tiene una capacidad inmensa de renovarse, y que el mismo Dios ha querido tener un corazón humano "para que nosotros nos levantemos: una vez y siempre" (San Josemaría, Via Crucis). La Virgen María, aunque tuvo que pagar el precio de sentir el alma traspasada, es nuestra mejor maestra para purificar el corazón estos días.

En casa de Simón de Cirene le esperan impacientes. Al cabo de varias horas llega con la cara descompuesta por el cansancio, pero con una sonrisa en los labios:

-¡Sentaos, que os cuento! Ha sido realmente asombroso. Al principio me resistí a coger el leño, pero los soldados me daban empujones o latigazos, y me vi obligado a cargarlo. Cogí el palo largo de la cruz y ante mi asombro comprobé que Jesús (así se llamaba el "reo", aunque después descubrí que era inocente) no me dejaba llevar el peso, y lo intentaba cargar él. En un momento se cayó, le ayudé a levantarse y me dijo: "Gracias, Simón". ¿Cómo podía saber mi nombre? Cuando hablaba, tenía una sonrisa de oreja a oreja; estaba llorando, pero sin perder la alegría.

Le oí decir cosas asombrosas a la gente que se le acercaba: una mujer que le limpió el rostro desfigurado, otras que lloraban a su paso, y ya en la cima, a los soldados que le crucificaron, y hasta a uno de los ladrones que estaban sufriendo con Él la misma suerte. Cuando ya no podía más, se volvió a caer -era la tercera vez-, y no pudo levantarse. Los soldados lo arrastraron hasta la cumbre.

Entonces yo tomé la Cruz. Al principio me pareció muy pesada, pero cuando miraba a Jesús se me hacía más ligera, y la podía soportar sin mucho esfuerzo. Y no digamos nada cuando una mujer, guapísima, que pasó a mi lado me dijo: "Gracias Simón". ¿Quién era esa mujer que también conocía mi nombre, y que lo nombraba con más cariño que vuestra abuela? Me dijeron que se llama María, y que era la Madre de Jesús.

Después me encontré con un tal Juan, un chaval joven y fuerte que tenía las mismas características que Jesús: estaba llorando pero sin perder la paz. Me explicó el sentido de la cruz: "Mira -me dijo- la cruz para un seguidor de Jesús es una manifestación de Amor. La mortificación y el sacrificio son una manera de corresponder al Amor de Dios por nosotros; es agradecer al Señor lo que ha hecho por nosotros, si aceptamos el sacrificio con amor, pues amor con amor se paga, y la certeza del cariño la da el sacrificio. Entonces estamos seguros de devolver amor por Amor.

Me he dado cuenta, concluyó Simón, de que me puedo unir a la cruz de Cristo cuando nos sucede algo que no esperamos o que nos cuesta vivir: levantarnos a la primera por la mañana, no gruñir cuando no nos apetece trabajar, procurar ayudar a vuestra madre en las cosas de la casa, no estar todo el día haciendo lo que nos gusta y nos apetece descuidando nuestras obligaciones, siendo puntuales a las citas, teniendo ordenada la habitación o cumplir un compromiso aunque nos cueste.

Además, he quedado con Juan para que nos explique más cosas acerca de la Cruz, y me ha dicho que nos las contará todas estos próximos días...


Ahora se habla mucho del Nuevo Orden Mundial. En el Génesis, cuando «al principio creó Dios el cielo y la tierra», se narra cómo Dios estableció un nuevo orden, porque se dice: «la tierra estaba informe y vacía; la tiniebla cubría la superficie del abismo, mientras el espíritu de Dios se cernía sobre la faz de las aguas. Dijo Dios: «Exista la luz». Y la luz existió. Vio Dios que la luz era buena. Y separó Dios la luz de la tiniebla...

Y dijo Dios: «Exista un firmamento entre las aguas, que separe aguas de aguas». E hizo Dios el firmamento y separó las aguas de debajo del firmamento de las aguas de encima del firmamento. Y así fue...

Dijo Dios: «Júntense las aguas de debajo del cielo en un solo sitio, y que aparezca lo seco». Y así fue. Llamó Dios a lo seco «tierra», y a la masa de las aguas llamó «mar»...

Dijo Dios: «Existan lumbreras en el firmamento del cielo, para separar el día de la noche, para señalar las fiestas, los días y los años, y sirvan de lumbreras en el firmamento del cielo, para iluminar sobre la tierra». Y así fue...

Dios las puso en el firmamento del cielo para iluminar la tierra, para regir el día y la noche y para separar la luz de la tiniebla.

Dijo Dios: «Bullan las aguas de seres vivientes... Y creó Dios los grandes cetáceos y los seres vivientes que se deslizan y que las aguas fueron produciendo según sus especies, y las aves aladas según sus especies... Dijo Dios: «Produzca la tierra seres vivientes según sus especies...


En este relato sobre la creación aparecen ya los cuatro elementos que los filósofos griegos empleaban para explicar el origen del universo: agua, tierra, fuego y aire. El matemático Tales de Mileto, en el siglo VII a.C., dijo que todo procedía del agua. Anaxímenes dijo que todo provenía del aire; Heráclito dijo que del fuego y Jenófanes, de la tierra. Y por último, Aristóteles unió los cuatros elementos, diciendo que todas las cosas están formadas por ellos pero en distintas proporciones.


Se dice también en el Génesis: "El día en que el Señor Dios hizo tierra y cielo, no había aún matorrales en la tierra, ni brotaba hierba en el campo, porque el Señor Dios no había enviado lluvia sobre la tierra... el Señor Dios plantó un jardín en Edén,... En Edén nacía un río que regaba el jardín... Entonces el Señor Dios modeló al hombre del polvo del suelo e insufló en su nariz aliento de vida; y el hombre se convirtió en ser vivo... creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, varón y mujer los creó. Dios los bendijo; y les dijo Dios: «Sed fecundos y multiplicaos, llenad la tierra y sometedla".

Resulta que en la creación del hombre vuelven a aparecer estos cuatro elementos. Eso sí, como decía Galileo Galilei, no sin cierta ironía, la Biblia no nos dice cómo es el cielo sino cómo se llega al cielo. Al igual que no vamos a encontrar el sentido de la vida mirando el microscopio. Ni nadie se enamora de otra persona por analizar su ADN. ¿Quizá esta imagen de los cuatro elementos, empleada por los antiguos sabios y por la Biblia, nos revela algo más profundo?


¿Acaso no somos tierra?: las palabras "hombre" y "humanidad" vienen de humus, tierra, porque estamos hechos de materia, y por eso somos limitados, débiles, enfermamos, del cuerpo y del alma, y nuestra heridas dejan cicatrices. Y nuestro cuerpo acaba muriendo. Esto nunca debemos olvidarlo, no debemos olvidar lo que somos, es muy importante aceptar nuestra condición y amarla.

¿No somos aire, aliento, inspiración, hálito, espíritu?: tenemos un alma, distinta a la de los animales, conciencia, voluntad, razón, corazón, creatividad, amor... algo que es distinto a la materia, que es de otra condición. Es la imagen de Dios, aunque deteriorada. Es la presencia de Dios en nosotros. Es su morada, que debemos cuidar. Donde se hospeda el Espíritu Santo. Un Espíritu que quiere transformarnos si le buscamos y le hablamos.

¿Y no somos agua en nuestro cuerpo en un 65%? Pues nuestra vida está compuesta en un porcentaje muchísimo mayor por la actuación de Dios, aunque no nos demos cuenta. Y a la vez estamos necesitados casi al 100%: necesitamos alimento, hidratación, curación. Eso sí, hay heridas que no sabemos curar, y necesidades que nunca podremos cubrir en esta vida. Sólo Dios puede hacerlo, como es quitarnos nuestros pecados, o darnos una vida nueva .

¿Y no somos también fuego, pasión, ilusión, esperanza, acción, enamoramiento? Nos enamoramos de una persona, de un trabajo, de proyectos, de ideales, y eso nos mueve a hacer grandes cosas. Además, muchas veces sentimos que no lo elegimos, sino que nos viene dado, y nos encendemos sin buscarlo. ¿Qué fuego puede encendernos hasta el punto de hacer felices a muchas personas, o cambiar el mundo? Sólo el amor más grande hace que tantas personas tengan vidas maravillosas que gastan por los demás.


¿Qué celebramos en la Pascua? Celebramos una nueva creación, un nuevo orden mundial que Tú, señor, has traído con tu Resurrección:


Jn 3, 1-5: Había un fariseo llamado Nicodemo, jefe judío. Este fue a ver a Jesús de noche y le dijo: «Rabí, sabemos que has venido de parte de Dios, como maestro; porque nadie puede hacer los signos que tú haces si Dios no está con él». Jesús le contestó: «En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios». Nicodemo le pregunta: «¿Cómo puede nacer un hombre siendo viejo? ¿Acaso puede por segunda vez entrar en el vientre de su madre y nacer?». Jesús le contestó: «En verdad, en verdad te digo: El que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el reino de Dios.


Mt 28, 18-19: Acercándose a ellos, Jesús les dijo: «Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo».


Jn 20, 20: los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo».

Lc 24, 31-33: se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció de su vista. Y se dijeron el uno al otro: «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?». Y, levantándose en aquel momento, se volvieron a Jerusalén.


Hch 2,1-3: Al cumplirse el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar. De repente, se produjo desde el cielo un estruendo, como de viento que soplaba fuertemente, y llenó toda la casa donde se encontraban sentados. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se dividían, posándose encima de cada uno de ellos.

Tú Señor dijiste: «Fuego he venido a traer a la tierra, y cuánto quiero que arda?». En la JMJ del 2008 decía Benedicto XVI : "No lo olvidemos jamás, el Espíritu del Señor... quiere, en particular mediante vosotros, jóvenes, suscitar en el mundo el viento y el fuego de un nuevo Pentecostés... Él nos impulsa hacia los demás, enciende en nosotros el fuego del amor, nos hace misioneros de la caridad de Dios".

Fuego, agua, aire y tierra. ¿Señor, de qué me olvido? ¿Sé pedir ayuda para mejorar? ¿Voy aprendiendo a aceptar mis limitaciones? ¿Procuro practicar el diálogo contigo? ¿Sé que lo más importante en mi vida es amar a Dios y los demás?


Enciéndeme y déjame arder donde haga falta

Enciéndeme y déjame ser tu luz

Y así poder llevarte hasta todas las almas

Saciar la sed que tienes Tú desde la cruz.


Jesús, pon un nuevo orden también dentro de mí, te pido que no olvide que soy barro, que necesito la curación de tus sacramentos (el bautismo, la confesión que es como un segundo bautismo, la eucaristía), que necesito oír tu aliento en la oración para dejarme llevar por el viento de tu Espíritu, y te pido que me enciendas en tu amor, para cumplir mi misión de llevar tu caridad a esta Creación tuya. María, obra maestra de la Creación, dame el orden que hay en tu Corazón.

Acuedo con St Bedes
retiro febrero21Artist Name
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