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Retiro joven octubre




Más que epidemia, una verdadera pandemia. Ataca, entre otros, a los obesos, a los mineros que respiran sílice, a las mujeres que usan trenzas atadas con cintas de colores: todos participamos en algún grupo de riesgo. La sintomatología aleatoria confunde el diagnóstico: una dermatitis, la lividez crónica o repentina, la pasión por los programas de entretenimiento, la alopecia genética, el insomnio, los espasmos intestinales, incluso la ausencia de todo síntoma. La enfermedad se extiende a través de los continentes. Es inútil aislarse en el aire (a bordo de un avión) o en la mitad del mar. Puede atacar (y lo hace) en el mismo vientre materno, desde el momento en que comienza la división del óvulo fecundado, destruyendo al cigoto o al embrión o al feto. A veces sucede todo lo contrario: la crisis se difiere durante años, en algunos casos más de noventa. El desenlace es siempre fatal."

Es un relato titulado "Así es la vida", de Ana María Shua.


Recordaréis esa imagen impactante del Papa Francisco, en una Plaza de San Pedro vacía y lluviosa, fue el 27 de marzo del 2020, en una oración por el fin de la pandemia del coronavirus. Allí dijo: «En un mundo enfermo, habíamos creído que podíamos permanecer sanos».


Como escribió fray Luis de Granada: Los poderosos no te pueden huir; los sabios no te saben evitar; los fuertes, contigo pierden su fortaleza; para contigo ninguno hay rico... "¡¡Oh muerte, cuan amarga es tu memoria!! ¡¡Cuan presto tu venida!! ¡cuan dudosa tu hora y cuan universal tu senorio!

Como es lógico no nos agrada pensar en la muerte. Pero pensar en ella tiene la ventaja de que nos pone a cada en su sitio, y pone también las cosas en su sitio. Es el clásico Memento mori! O como dice el salmo 9: «Que los hombres reconozcan que son mortales».


En el prefacio de la misa de difuntos se dicen unas palabras muy sabias, más expresivas todavía en latín: vita mutatur, non tollitur: la vida no se acaba, se transforma.

La muerte es la puerta, el paso definitivo en ese proceso de transformación. Pero Dios quiere que nosotros mismos seamos artífices de esa transformación mientras estamos en esta vida. Ese es el sentido de que Jesús repita tantas veces: "Velad, porque no sabéis el día ni la hora" (Mt 25, 13).

¿Y en qué consiste ese proceso de transformación? Consiste en amar: amar este mundo que Dios nos ha dado, amar a todo ser humano porque es amado inmensamente por Dios, amar a todos los que Dios pone a nuestro alrededor.

Benedicto XVI explicaba la vida eterna, más que como una vida interminable, lo que quizá puede desagradarnos, como una vida de total plenitud, gozosa. Y lo más parecido a esa vida plena y gozosa lo experimentamos aquí la tierra sobre todo cuando amamos y nos sentimos amados. Pues la Vida eterna, según Dios nos lo ha revelado, la pasaremos inmersos en un Amor inmenso. Y estamos aquí en esta vida para hacer las "prácticas" de lo que será nuestra eternidad (esto no lo decía así Benedicto XVI, pero sí la idea).


Puede parecer un poco macabro, pero ahora que llega el mes de los difuntos, puede ser interesante lo que proponía uno sobre escribir cada uno su propio obituario. Hay epitafios famosos, como el de Molière: Aquí yace Molière el rey de los actores, en estos momentos hace de muerto, y de verdad que lo hace muy bien; o de Groucho Marx: Perdonen que no me levante; o el que circuló sobre Richelieu: Yace aquí el gran Cardenal que hizo en vida mal y bien, el bien que hizo lo hizo mal, el mal que hizo lo hizo bien.

Si escribes el que te gustaría fuera tu obituario, ¿qué te gustaría que apareciera en él? ¿Qué legado positivo te gustaría dejar? ¿Cómo quisieras que te recuerden las personas cercanas a ti? ¿Qué conocerían y valorarían de ti, qué fortalezas te habrían visto exhibir? ¿Qué dirían de tus pasiones e intereses? ¿Has tenido un impacto en la vida de tus seres queridos? ¿Qué impacto has tenido en tu comunidad? ¿Cómo habrías marcado una diferencia a través de tu trabajo? ¿Cómo influiste e inspiraste a aquellos que te rodean?


Decía Steve Jobs: En los últimos 33 años, me miro al espejo todas las mañanas y me pregunto: “Si hoy fuera en último día de mi vida, ¿querría hacer lo que estoy a punto de hacer?”. Sabemos que la muerte vendrá cuando Dios quiera y como Dios quiera. "Nadie se muere la víspera", como decía el Papa Francisco.

Todas estas reflexiones se plasman en una valiosa práctica de la devoción cristiana. Se trata del examen de conciencia diario al acabar el día, en el que brevemente hacemos balance de todas las cosas buenas que tenemos que agradecer y de las faltas por las que tenemos que pedir perdón, y con humildad pedimos la ayuda de Dios para cada nuevo día de vida que nos conceda.


Qué hermosa oración para repetir cada día antes de dormir: "gracias, perdón y ayúdame más". Jesús, ahora ante tu presencia todavía aquí en esta tierra te lo pedimos: "gracias, perdón, ayúdame más".

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Carta escrita por don Ángel Camino, vicario episcopal de Madrid, que atendió espiritualmente a Teresita Castillo, una niña que murió de cáncer el pasado mes de marzo:


Queridos sacerdotes:

Esta vez no os escribo para convocaros a ninguna reunión ni para pediros estadísticas o comunicaciones. Esta vez os escribo, simple y llanamente, para notificaros el fallecimiento de una niña que ha repercutido mucho en mi vida personal y como Vicario. Una niña: Teresita; y unos padres: Teresa y Eduardo. ¡Una familia cristiana!...

Os explico brevemente. El pasado 11 de febrero, Jornada del enfermo, este año he ido a celebrar la Eucaristía al Hospital de La Paz. La he celebrado acompañado de los capellanes y de una variada asamblea: médicos, enfermeras, familiares de enfermos, etc. Al concluir la Eucaristía, acostumbro a ir con los capellanes a visitar a algunos enfermos para administrarles la Unción o darles la comunión. Esta vez los capellanes, sabiendo mi costumbre, habían propuesto que fuera a visitar a una niña gravemente enferma, que la operaban de un tumor en la cabeza al día siguiente. Con muchísimo gusto acepté la propuesta. Hemos llegado a la UCI debidamente equipados, he saludado a médicos y enfermeras, y acto seguido me han llevado a la cama de Teresita que estaba junto a su madre Teresa. Un vendaje blanco rodeaba toda su cabeza, pero tenía la cara suficientemente descubierta como para percibir un rostro verdaderamente brillante y excepcional. La he saludado con todo afecto, indicándole que en ese momento venía en nombre del Sr. Cardenal Arzobispo de Madrid para traerle a Jesús.

Ahora os entrecomillo las expresiones de Teresita; me dice: "¿me traes a Jesús verdad?", sí, le respondo, te traigo a Jesús y la fuerza del Espíritu Santo con la Unción. A continuación me dice: "¿Sabes una cosa? Yo quiero mucho a Jesús". Lo oye su madre y dirigiéndose a su hija le dice: "dile a Ángel lo que tú quieres ser". Mira fijamente a su madre y le dice: "¿Se lo digo de verdad?" y la mamá dice: "tú verás". Teresita me dice: "yo quiero ser misionera".

Me impacta tanto su respuesta, totalmente inesperada para mí, que cogiendo fuerzas de dónde no tenía, por la emoción que me produjo su respuesta, que le digo: "Teresita, yo te constituyo ahora mismo misionera de la Iglesia, y esta tarde te traeré el documento que lo acredita y la cruz de la misionera". Ella añade: "Padre Ángel ¿sabes una cosa?: yo rezo para que muchos niños conozcan a Jesús". A continuación le he administrado el Sacramento de la Unción, le he dado la comunión y la bendición apostólica del Papa Francisco. Ha sido un momento de oración, sumamente sencillo pero profundamente sobrenatural. Se han unido a nosotros algunas enfermeras que espontáneamente nos hicieron unas fotos, para mí totalmente inesperadas, y que quedarán como un recuerdo imborrable. Nos hemos despedido mientras ella con su mamá se quedaba rezando y dando gracias.

Esa mañana tenía una reunión de Arciprestazgo; en cuanto la terminé fui directamente a la Vicaría y ayudado por los secretarios Miguel y Mª Pilar, elaboramos el oficio de misionera bajo un pergamino verdaderamente precioso. Recogí la cruz de la misionera y a las cinco de la tarde regresé de nuevo al Hospital de La Paz. Me estaban esperando los capellanes y fuimos derechos a la UCI nuevamente. En cuanto me ve la mamá dice en voz alta: "Teresita ¡no me lo puedo creer! Viene el Sr. Vicario con el regalo para ti". La niña que estaba medio dormida se despertó de inmediato y cogió entre sus manos el documento y la cruz. La mamá se lo lee en voz alta, mientras ella escucha atentamente y ocurre lo que nos imaginábamos, se emociona hasta que la madre la consuela, y Teresita dice en voz alta: "esa cruz pónmela en la barra para que la vea bien, y mañana la llevo al quirófano. Ya soy misionera". Nos despedimos con estas palabras de Teresitas: "Entonces Padre Ángel ¿soy misionera?", y yo respondo "tú eres misionera".

Aquí podría terminar el relato de esta sencilla y profunda experiencia. Lo que yo no me podía imaginar es que a través de los contactos de los padres, este testimonio llegó a oídos del Delegado Nacional de Misiones. Me llama al día siguiente y me hace esta pregunta: "¿tú has constituido en el Hospital de La Paz a una niña misionera?" efectivamente, le digo, "ayer después de darla la unción y la comunión, la constituí misionera con la oración preceptiva y posteriormente le llevé el documento y la cruz de la misionera". A continuación me dice: "este testimonio ha dado la vuelta en todo el mundo misionero de España y ya han puesto a Teresita como una nueva protectora para los niños en misión". Posteriormente los papás me han ido reenviando mensajes de distintas personas impactadas por el testimonio de Teresita.

Hoy domingo, 7 de marzo, a las 9:00 h. Teresita ha partido hacia el cielo. Se la ha velado en el Tanatorio de El Escorial. Estando rezando el Rosario con los papás y el aforo al máximo permitido, me ha llamado el Sr. Cardenal, D. Carlos Osoro, para hacerse presente. Han sido unas palabras llenas de esperanza que han consolado abiertamente a los padres, familiares y niños compañeros de Teresita. Ha concluido D. Carlos dando la bendición a Teresita de cuerpo presente y a todos los acompañantes.

Cuando he creído que estaba todo terminado, la tía de Teresita en voz alta y delante de todos en la sala del Tanatorio me dice: "Padre Ángel ¿me permite que le ponga el audio que Teresita me envió el mismo día que usted la constituyó misionera?". Por supuesto, respondí, y textualmente oímos con una voz muy suave, como de alguien que está cansado, pero que saca fuerzas de dónde no las tiene, y dice: "Hola tía, te cuento una cosa muy importante para mí, esta mañana después de recibir la Unción y la comunión, el Vicario de Madrid me ha constituido misionera: ya soy misionera". Como os podéis imaginar quedé sin palabras.

El entierro será mañana día 8 de marzo a la misma hora que la Eucaristía por D. Tomás Juárez. Los padres han comprendido perfectamente que no pueda acompañarles físicamente. Estaré en la Misa de gloria que celebrarán a finales del mes de marzo.

Disculpad la extensión de la carta pero si este testimonio no lo comparto con los sacerdotes, vida consagrada y laicos de la Vicaría VIII ¿con quién lo voy a compartir?.

Os invito, pues, a que recéis por Teresita y, sobre todo, a que os encomendéis a ella porque estoy convencido que va a proteger de un modo especial a toda la Vicaría VIII, en la cual ella fue constituida misionera. Recibid un fuerte y fraterno abrazo.

Ángel Camino Lamela, osa.

Vicario Episcopal. Vicaría VIII

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