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Retiro joven octubre 2023




El primer día de la semana va María Magdalena de madrugada al sepulcro cuando todavía estaba oscuro, y ve la piedra quitada del sepulcro. Echa a correr y llega donde Simón Pedro y donde el otro discípulo a quien Jesús quería y les dice: «Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto.» Salieron Pedro y el otro discípulo, y se encaminaron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió por delante más rápido que Pedro, y llegó primero al sepulcro. Se inclinó y vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llega también Simón Pedro siguiéndole, entra en el sepulcro y ve las vendas en el suelo, y el sudario que cubrió su cabeza, no junto a las vendas, sino plegado en un lugar aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado el primero al sepulcro; vio y creyó, pues hasta entonces no habían comprendido que según la Escritura Jesús debía resucitar de entre los muertos. Los discípulos, entonces, volvieron a casa (Jn 20, 1-10).



Juan es joven, está en forma, y llega el primero. Unos minutos más tarde, resoplando, llega Pedro. Ambos están asustados por el saqueo de la tumba, anunciado por María. Pero lo que allí ven es algo sorprendente. ¿Qué es lo que vieron? Lo que cuenta el evangelio es que vieron simplemente las vendas pero como "aplanadas", "tendidas", quiere decir el original griego. Es decir, mantenían exactamente la forma y los pliegues iniciales. Incluso el sudario, semirígido por los unguentos, estaba colocado aparte pero manteniendo la forma de la cabeza. Aquello no cuadraba con un robo ni saqueo de una tumba todo estaba tal cual, pero sin el cuerpo, como si el cuerpo se hubiera evaporado. Podemos decir que Jesús hizo la cama. Señor, ¡nos das ejemplo de orden hasta en el momento de tu resurrección!; hasta en esto nos das ejemplo para dejar recogida nuetra habitación todos los días y dejar bien hecha la cama.


Juan y Pedro desde ese momento creyeron que estabas vivo, creyeron de verdad en tus palabras. Todavía no te veían personalmente pero a partir de entonces empezó su nueva vida, la nueva Vida de los hombres.


¿Qué es la juventud? Es la plenitud de las energías vitales. ¿Y cuál es la fuente de la vida? ¿Quién nos otorga la existencia? ¿Quién es la única persona en la historia que ha dicho "Yo soy la Vida"? ¡Tú sólo, Señor!

El papa Francisco en la carta a la juventud Christus vivit nos lo recuerda, sólo Tú, Jesús, eres eternamente joven y fuente de la eterna juventud. «Cristo vive, y te quiere vivo», nos dice.


Jesús, ¡concédeme la plenitud de vida, tu Vida resucitada, entra en mi vida!

Jesús ha resucitado y nos quiere hacer partícipes de la novedad de su resurrección. Él es la verdadera juventud de un mundo envejecido, y también es la juventud de un universo que espera con «dolores de parto» (Rm 8,22) ser revestido con su luz y con su vida. Cerca de Él podemos beber del verdadero manantial, que mantiene vivos nuestros sueños, nuestros proyectos, nuestros grandes ideales, y que nos lanza al anuncio de la vida que vale la pena (Christus vivit).


Un joven escribía hace unos años en sus redes sociales: «me di cuenta de la necesidad de que los jóvenes nos ayudemos todos entre todos, y aprendamos a mostrar al mundo que de verdad podemos encontrar a Dios en las pequeñas cosas de la vida ordinaria. En el estudio, en el trabajo, en las fiestas y copas, en el deporte, en los voluntariados, en la conversación con la chica que nos gusta… En todo lo que hacemos y en todas las personas que nos rodean. A partir de entonces me convencí de algo: «A partir de ahora, cuando subas un storie a Instagram, tienes que intentar que se vea a Dios detrás»

Como dice Francisco: "si te dejas amar y salvar por Él; si entras en amistad con Él y empiezas a conversar con Cristo vivo sobre las cosas concretas de tu vida, esa será la gran experiencia, esa será la experiencia fundamental que sostendrá tu vida cristiana".

"Me acercaré al altar de Dios, al Dios que llena de alegría mi juventud. Cantaré tus alabanzas con la cítara, ¡oh Dios, oh Dios mío!", se dice en el salmo 23. Señor, quiero acercarme a Ti, que estés presente Tú durante las cosas cotidianas de mi vida, de mi día, en casa, en el bus, en la universidad, en la montaña, en el bar, en las redes...

Jesús, quiero que vivas en mi Vida. Y hago el propósito de acudir a ti muchas veces durante mi día, porque Tú llenas de alegría mi juventud. No rezar simplemente de vez en cuando, sino conversar, hablarte de tú a Tú de mis cosas. Así mi vida será auténtica Vida.

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