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Retiro joven mayo 2022




Ascende superius! No es un hechizo de Harry Potter, son las palabras que Jesús emplea en una ocasión en que le invitan a una comida. Jesús se fija en los invitados y entonces aconseja a los discípulos que están junto a Él que cuando les inviten a una fiesta o a un banquete que no busquen los primeros sitios porque puede que el anfitrión les pida que cedan su sitio a otro y quedarán muy mal; por eso deben buscar los últimos puestos, y cuando el anfitrión les vea les diga "ascende superius", sube más arriba, y quedarán muy bien delante de todos. Jesús no está hablando simplemente de apariencias y quedar bien, está hablando de algo muy profundo: habla de la imagen del banquete, que empleará tantas veces, para explicar el Reino de Dios. En el fondo, Jesús una vez más, explica la actitud de la cual Él es el ejemplo perfecto: Él viniendo a la tierra ocupa también el último puesto, humillándose hasta lo indecible, maltratado, humillado; y Dios Padre, dirá San Pablo, "lo exaltó sobre todo y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre".

Jesús inaugura el banquete del cielo con la Última Cena y allí Él dice las palabras: "ahora es glorificado el Hijo del Hombre" (Jn 13, 31), lo dice minutos antes de que empiece su pasión, que acabará en su glorificación, resucitando y ascendiendo al trono de Dios, sentado a la derecha del Padre.

Pero ¿Jesús no reinaba ya antes como Dios que es? La diferencia es que ahora Jesucristo reina como Rey del universo pero ahora también con su humanidad, es decir, Él está unido para siempre a nosotros y nos lleva a nosotros con Él; por eso les dice también: "me voy a prepararos un lugar. Cuando vaya y os prepare un lugar, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino (Jn 14, 2-4).


Jesús quiere llevarnos con nosotros con Él a lo más alto, quiere que ascendamos con Él, la fiesta de la Ascensión es el triunfo total de Cristo y de la humanidad, la humanidad nuestra que se une a Dios, la ascensión es nuestra meta, nuestro objetivo, nuestra cima, nuestro fin.

¿Habéis visto como les encanta a los niños subirse a los sitios altos? Siempre nos atraerá los lugares altos, donde se ve todo y la panorámica es preciosa. Aunque no nos guste subir montañas por el esfuerzo que supone, sí subimos torres o edificios altos en ascensor para ver las vistas. Tenemos la ley de la gravedad, pero también tenemos una ley inscrita en nuestro corazón que nos hace aspirar a lo alto, elevarnos, superarnos, crecer, llegar más lejos, superar nuestros límites, y Dios es esa meta. Entre los discípulos más jóvenes de Jesús, dos de ellos, los hermanos Santiago y Juan, llevados por su entusiasmo, le piden ser ellos los primeros en el reino de los cielos. Y Jesús, lejos de apagar esas aspiraciones, les da el secreto para llegar alto, y les dice: "el que quiera ser el primero que se haga servidor de todos" (Mt 20, 27). Eso es lo que Jesús hace, "igual que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos" (Mt 20, 28). Ayudar a los demás, servirles, es el triunfo más auténtico que podemos alcanzar, el que nos hace elevarnos sobre nosotros mismos, imitar a Jesús.

Julio Verne cuenta en su novela "Cinco semanas en globo" la aventura de una expedición para cruzar en globo África de una costa a otra llevada por los vientos alisios. Pero serán perseguidos por tribus de salvajes y la única forma de salvar su vida será coger altura a base de perder peso e ir arrojando todas sus pertenencias, incluso la misma cesta del globo sujetándose ellos de las cuerdas.


También nosotros debemos elevarnos y liberar el alma de sus kilos de soberbia, arrogancia, avaricia, superficialidad, egoísmo. Es muy importante que le pidamos a Cristo parecernos poco a poco cada vez más a Él. Y la única forma de lograrlo, nos enseñas, Señor, que es desviviéndonos por los demás. Requiere mucho esfuerzo de nuestra parte alcanzar una meta tan elevada, exige mucha negación de sí mismo, olvido de los propios gustos, compartir nuestro tiempo y atención con los demás, ayudar a todos de forma desinteresada. Y no podemos conseguirlo nosotros solos, porque sería como querer elevarnos tirándonos del pelo hacia arriba nosotros mismos.

Si se prepara una fiesta sorpresa para alguien, muchas veces la misma preparación nos ilusiona tanto como la fiesta en sí, porque anticipamos ya la alegría del homenajeado. Jesús, que no me olvide de la fiesta que nos preparas con tanto esfuerzo e ilusión. Y que no olvide que esta vida es la víspera de la fiesta. Si ya en esta vida hay tanta belleza y tantas cosas estupendas, ¡cómo será la vida de celebración junto a Ti! Tú nos has enviado la ubicación de la sala de fiestas, sólo tenemos que querer llegar de verdad siguiendo tus indicaciones.

Jesús, te pedimos tu gracia para elevarnos, necesitamos la ayuda del Espíritu Santo que Tú nos envías, para que Él sea nuestro guía. Google maps a veces nos lía, si de verdad me dejo guiar por Ti me garantizas llegar.

La criatura más maravillosa, María, la llena de gracia, nada más saber que era la elegida de Dios, lo primero que hizo fue realizar un viaje largo y cansado para servir a la persona que en ese momento más lo necesitaba. E Isabel supo reconocer su grandeza: "bendita tú entre todas las mujeres". Es bonito pensar que Jesús desde pequeño siempre vio en su madre que la mayor grandeza está en servir. María, fuiste también elevada. Jesús quiere que yo sea elevado. Ayúdame, Madre mía a cumplir esas palabras de los labios de tu Hijo: Ascende superius!

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