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Retiro joven febrero 2023


Si tenemos una boda, para asistir nos compramos un traje o vestido nuevo, sobre todo si es la propia boda de uno. Porque la ropa nueva significa una vida nueva. Igual pasa con un bebé recién nacido, que le preparamos ropa nueva, sobre todo si es el primero, y cuna, y decoración nueva... Y al niño pequeño no le ponemos la ropa del bisabuelo.


Cuando hay cambios importantes hay que hacer cambios adicionales, tirar lo viejo, hacer limpieza. Para que llegue la primavera, antes, el viento se tiene que llevar todas las hojas muertas.


Jesús hizo el mayor cambio de la historia. Más grande que la invención de la rueda, la máquina de vapor, la hamburguesa y el whatsapp. En el discurso principal del evangelio, cuando se subió a la montaña a predicar a la muchedumbre empezó a repetir muchas veces: Habéis oído que se dijo a los antiguos: “No matarás”... “No cometerás adulterio”... “No jurarás en falso”... Son los diez mandamientos, que Moisés recibió de Dios. Pero Jesús se atreve a decir, hasta por seis veces: "Pero yo os digo". Jesús trae un cambio radical sobre todo lo antiguo. Como dirá San Pablo: "lo antiguo ha desaparecido, un ser nuevo se ha hecho presente. El que vive en Cristo es una nueva criatura" (2Cor 5, 17).


¿Qué gran cambio trae Jesús? Después de muchos siglos, el pueblo judío había asumido que Dios le amaba de forma incondicional, a pesar de sus miserias. Y Jesús enseña dos cosas: primero, que este mensaje dirigido al pueblo judío es ahora para toda la humanidad, incluidos también cada uno de los que estamos aquí. La otra cosa es que, por el hecho de Dios hacerse hombre, Él se quiere unir a cada uno de nosotros y quiere que actuemos como Él.

"Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos. Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto" (Mt 5, 44-48).


La Cuaresma es tiempo de descubrir estas dos realidades: primero, descubrir cuánto nos ama Dios a cada uno sobre todo en la Pasión y Muerte de Jesús. Por eso la Cuaresma es preparación a la Semana Santa. Y, segundo, dejar a Dios actuar en nosotros, no nuestros caprichos, egoísmos, comodidades, rencores... Y esto ¡nos cuesta tanto!


Jesús, eres un Dios tan cercano. "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida", nos dices. Eres la Verdad, la meta que debemos alcanzar. Pero no sólo eso, lo asombroso es que también, siendo Dios, te rebajas a acompañarnos en nuestro Camino. Y, más aún, tú nos mueves, nos empujas, con la Vida de la Gracia. Verdad, Camino, Vida, meta, compañía, impulso.


«El Espíritu lo fue llevando durante cuarenta días por el desierto, mientras era tentado por el diablo. En todos aquellos días estuvo sin comer» (Lc 4, 1-2). Jesús, nos lo muestras con tus cuarenta días de ayuno en el desierto. Te unes al hambre, la soledad y el abatimiento que la humanidad ha sufrido en toda la historia. Pero al final de la prueba "los ángeles te servían", dice el evangelio. Nos enseñas a eliminar de nosotros, con todo el esfuerzo, al hombre viejo, para poder codearnos con los ángeles. Porque nos hiciste poco inferior a los ángeles, y quieres coronarnos de gloria y dignidad (Salmo 8).


Ya están floreciendo los almendros. Pero antes han tenido que perder todas sus hojas, y ser podados. Jesús, ayúdame en este tiempo a podar de mí todo lo antiguo, lo que me impide ver tu Amor, lo que me impide unirme a Ti. El ayuno de cuaresma es una poda. ¿De qué? ¿de la dependencia al móvil, a las series, a la coca cola, a los dulces, a la música, al sillón, a los programas basura, a la aprobación de los demás, a comprar cosas, a juzgar a otros? ¿Quizá desprenderme de palabras hirientes, de caras amargadas, de brusquedad en las palabras, de pesimismos, de chismorreos, de quejas, de darnos importancia a nosotros mismos, de pensamientos mundanos, de odio y rencor?


Jesús, quieres que llegue la primavera a mi vida, llenarme de tu Vida, llenar el mundo de tu Vida. Se trata de podar, no talar, no dejar la casa vacía, sino de llenarla de lo mejor, pasar por la prueba de la renuncia para que Tú, Señor, nos llenes de tu Abundancia.



Lc 5, 27: vio a un publicano llamado Leví, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: «Sígueme». Él, dejándolo todo, se levantó y lo siguió.

Leví ofreció en su honor un gran banquete en su casa, y estaban a la mesa con ellos un gran número de publicanos y otros. Y murmuraban los fariseos y sus escribas diciendo a los discípulos de Jesús: «¿Cómo es que coméis y bebéis con publicanos y pecadores?».

Jesús les respondió: «No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan».

Pero ellos le dijeron: «Los discípulos de Juan ayunan a menudo y oran, y los de los fariseos también; en cambio, los tuyos, a comer y a beber».

Jesús les dijo: «¿Acaso podéis hacer ayunar a los invitados a la boda mientras el esposo está con ellos? Llegarán días en que les arrebatarán al esposo, entonces ayunarán en aquellos días».

Les dijo también una parábola: «Nadie recorta una pieza de un manto nuevo para ponérsela a un manto viejo; porque, si lo hace, el nuevo se rompe y al viejo no le cuadra la pieza del nuevo. Nadie echa vino nuevo en odres viejos: porque, si lo hace, el vino nuevo reventará los odres y se derramará, y los odres se estropearán. A vino nuevo, odres nuevos. Nadie que cate vino añejo quiere del nuevo, pues dirá: “El añejo es mejor”».


¿Estoy dispuesto, como Mateo, a dejarlo todo por ti? ¿Qué odres viejos debo tirar? Sólo así disfrutar del Gran Banquete contigo.

María, con tu ayuda, como en las bodas de Caná mis renuncias servirán para obtener el mejor vino.

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